“Debemos creer en la fuerza de nuestras palabras. Nuestras palabras pueden cambiar el mundo”- Malala Yousafzai
Su padre, poeta y propietario de varias escuelas, quizá fue la mejor influencia para hacer crecer en Malala Yousafzai, desde bien pequeña, esa defensa a ultranza del Derecho a la Educación, que estuvo a punto de costarle la vida cuando solo tenía 12 años.
Malala nació en 1997 en Mingora, en la región de Swat, al noroeste de Pakistán. Creció en el seno de una familia musulmana sunita, junto con sus dos hermanos. Como era lógico, asistió a la escuela de su padre, quien cuenta que ya de niña se quedaba hablando de política con él cuando el resto de integrantes de la familia se iba a dormir.
Una infancia feliz. Hasta aquí todo normal. Pero en 2008, los talibanes ganaron influencia en su zona, prohibiendo la educación de las niñas, la salida de casa de las mujeres, la música y la televisión. Ella y otras niñas siguieron asistiendo a clase sorteando las dificultades surgidas, gracias a su valentía y a la de algunas profesoras. Malala con 11 años ya hablaba pastún, urdu e inglés, lo que le ayudó a empezar a difundir esta situación de opresión en la prensa local. Gracias a esto, la BBC británica se interesó por su caso, querían darle difusión a la situación de la gente del entorno de Malala. Así, iniciaron contactos con varias personas, empezando por su corresponsal, pero la mayoría no se atrevió a contar mucho por temor a las represalias. Así fue hasta que comenzaron las conversaciones con Malala, que accedió a colaborar con la cadena inglesa en la elaboración de un blog con un pseudónimo. En el blog contaba su vida bajo la ocupación de los talibanes, y sus puntos de vista sobre la promoción de la educación de las niñas en el valle de Swat. Lo que demuestra el poder de la comunicación y el peso que han ganado las "redes sociales".
En 2010, el New York Times hizo un documental sobre su vida, en el que se mostraba cómo el ejército paquistaní intervino en la región, y en el que se desvelaba la identidad de la bloguera. El pseudónimo de Gul Makai dejaba de protegerla en ese instante. Los propios talibanes ya sabían de quién se trataba. Tras ese reportaje empezó a ser más conocida, dando entrevistas en la prensa escrita y en la televisión, incluso fue nominada para el Premio de la Paz Internacional de la Infancia.
Dos años más tarde, en 2012, cuando Malala volvía del colegio en el autobús escolar, unos terroristas talibanes atentaron contra ella, causándole graves heridas de bala en la frente y el cuello. Otras dos niñas también resultaron heridas. Este brutal atentado fue la gota que colmó el vaso. Cientos de personas salieron a las calles a protestar, consiguiendo, por fin, visibilidad y una fuerte condena internacional de los hechos. Malala fue intervenida de urgencia en el hospital militar y posteriormente la trasladaron a Birmingham, donde permaneció hasta su recuperación. Tras varias operaciones y rehabilitación, sobrevivió, aunque no acabó el peligro, los terroristas volvieron a amenazarla. Sin embargo, ella, desde su nueva casa en Reino Unido, siguió con su activismo, cada vez mayor gracias a la fama que le habían conferido los terribles acontecimientos.
“Ahí supe que tenía dos opciones: vivir una vida callada o seguir luchando con la nueva vida que me habían dado. Lo tenía claro: continuaría con mi lucha hasta que todas las niñas pudieran ir a la escuela”
Ese mismo año encabezó la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista TIME. Además, le dieron la posibilidad de pronunciar un discurso , que resultó ser desgarrador, en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Fue un bonito regalo de cumpleaños.
"Los terroristas pensaron que cambiarían nuestros objetivos y frenarían nuestras ambiciones pero nada cambió en mi vida excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza murieron. La fuerza, el poder y el valor nacieron"
Tan solo un año después, con solo 17 años de edad, y ya con muchos premios internacionales en su haber, le concedieron el Nobel de la Paz.
En 2018 regresó a su país natal por primera vez tras el atentado. No pudo evitar llorar de emoción al volver a pisar suelo pakistaní.
Hoy, a pesar de haber cosechado premios en decenas de países, con 23 años se considera una joven normal. Ha estudiado la licenciatura en Filosofía, Política y Económicas, en la Universidad de Oxford. Sigue siendo una activista incansable a favor de los derechos civiles, especialmente del derecho a la educación, y, más aún, de la educación de las niñas y mujeres. Resulta curioso que en una entrevista llegara a decir que no se consideraba
feminista, quizá por alguna connotación con la que no se identificaba, pero poco tiempo después, dijo que había decidido serlo al escuchar el discurso de Emma Watson en la ONU, en el que ésta trataba este tema. Como si Malala no llevase toda su vida siendo feminista. (https://www.youtube.com/watch?v=EVqvXxWfD7M)
Una de las principales causas para la que utiliza su gran influencia mediática es la de ayudar a niñas refugiadas a tener una educación.
“Aunque una pandemia global significó que pasé mis últimos meses como estudiante universitaria en la casa de mis padres, estoy agradecida de haber podido completar mi educación. No sé lo que está por venir. Por ahora, será Netflix, leer y dormir. Después de tomarme el tiempo para relajarme, seguiré más dedicada que nunca a mi lucha por las chicas“, ha declarado recientemente.
Me tenéis enganchada con cada mujer, cada historia y cada logro que publicáis, hoy me gustaría añadir a esta infinita lista a mi tía Maru, como homenaje a tod@s aquell@s que se dejan la vida batallando contra el cáncer, un besote y seguid asi!!
ResponderEliminarUna vez más, muchísimas gracias. Añadimos a nuestro blog a Maru, y vaya nuestro homenaje para ella y todas las heroínas que batallan contra el cáncer.
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